dim-sup.htmTEXTMSIE.Ï9Ï9mBIN5} Quijoteritas Quijotesqusimas cervantsimos esqusimas co citos

Esos -simocillos cervantescos

diminutivos y superlativos

 

As como lo hizo aquella abuelita latina suya, las nietitas romances solan emplear los sufijos que modificaban o conferan una cierta medida de afecto a sus vocablos.  Adems de los sentidos de tamao y Software: Microsoft Officecantidad, su uso podan impartir los sentimientos de ternura, o menosprecio, o a veces un rebajamiento al contrario.  Los italianos tenan las palabras paesino, bambolina y bellissimo mientras que los hispanoparlantes tenan su pueblecito, muequita y bellsimo.  Hasta en los aos que precedieron el Siglo de Oro, el juego con los diminutivos y superlativos absolutos se volvan cada vez ms evidente en la literatura popular.  La aplicacin de -uelo y -illo era comn, y el sufijo -ito segua creciendo, superando -illo como el diminutivo favorecido en el siglo XIX (Fernndez).  Y Cervantes era experto en el empleo de estas expresiones, dando en el Quijote rienda suelta al fenmeno:

 

Al ojear una manada de seoras yeguas, el caballo andante Rocinante se pone retozn y tom un trotico algo pecadillo (I, cap. XV).

 

Despertadas las sospechas de Sancho por los coqueteos de la princesa Micomicona, don Quijote se pone enfadadsimo y le responde, Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en Espaa (I, cap. XXXVII).

 

No tiene que pensar dos veces don Quijote antes de desafiar algn mero leoncito, ni de decapitar, si fuera necesario, a un gigantillo, por arrogante que sea (II, cap. X; II, cap, XVII).

 

Con todo eso, Cervantes se sobrepasa con el dilogo que surge en compaa del visiteo de la duea Dolorida al castillo de los duques:

 

         Confiada estoy, seor poderossimo, hermossima seora y discretsimos circunstantes, que ha de hallar mi cuitsima [angustia] en vuestros valerossimos pechos acogimiento . . . ; porque ella es tal, que es bastante a . . . molificar los aceros de los ms endurecidos corazones del mundo; pero antes que salga a la plaza de vuestros odos, . . . quisiera que me hicieran sabidora si est en este . . . compaa, el acendradsimo caballero don Quijote de la Manchsima, y su escudersimo Panza.

El Panzaantes que otro respondiese, dijo Sanchoaqu est, y el don Quijotsimo asimismo; y as podris, dolorsima duesima, decir lo que quisieridsimis; que todos estamos prontos y aparejadsimos a ser vuestros servidorsimos (II, cap. XXXVIII).

 

 

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