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Erutar non Regoldar

un appendix probi cervantino

 

A los comienzos del Siglo de Oro, se asoci— la gram‡tica con el lat’n, lo que al nuevo campo de la literatura pareci— como una concesi—n al Software: Microsoft Officela vanidad que ray— en lo rid’culo (Gauger; Rosenblat). Cuando Sancho Panza del Quijote llega a conseguir por fin su cargo de gobernador, debe emprender la tarea de saber el lat’n porque, como le escribe su amo, Çme doy a entender que despuŽs que eres gobernador lo habr‡s aprendido (II, cap. LI).È  Y as’ como el pobre escudero, los escritores del siglo XVI sol’an vestir su castellano con un manto de latinismos.

Cervantes, por supuesto, a lo largo de su novela est‡ burl‡ndose en varios niveles del statu quo, pero su lanzamiento hacia la literatura afectada de muestras de pomposidad est‡ bien desenvainado:

 

ÇÑTen cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie.

         ÑEso de erutar no entiendoÑdijo Sancho.

         Y don Quijote le dijo:

         ÑErutar, Sancho, quiere decir regoldar, y Žste es uno de los m‡s torpes vocablos que tiene la lengua castellana . . .; y as’, la gente curiosa [ÔcultaÕ] se ha acogido al lat’n . . .; y esto es enriquecer la lengua . . . .

ÑEn verdad, se–orÑdijo SanchoÑ, que uno de los consejos y avisos que pienso llevar en la memoria ha de ser el de no regoldar . . . .

ÑErutar, Sancho; que no regoldarÑdijo don Quijote.

ÑErutar dirŽ de aqu’ en adelanteÑrespondi— SanchoÑy a fee que no se me olvide (II, cap. XLIII).È

 

Entre las docenas de tales ejemplos que residen a travŽs de la novela, nos referimos al cabrero Pedro y su intento de contarle a don Quijote la historia del pastor Gris—stomo:

 

ÇÑPrincipalmente, dec’an que sab’a la ciencia de las estrellas y de lo que pasan, all‡ en el cielo, el sol y la luna, porque puntualmente nos dec’a el cris del sol y de la luna.

ÑEclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayoresÑdijo don Quijote.

Mas Pedro, no reparando en ni–er’as, prosigui— su cuento, diciendo:

ÑAsimesmo adevinaba cu‡ndo hab’a de ser el a–o abundante o estil.

ÑEstŽril querŽis decir, amigoÑdijo don Quijote.

ÑEstŽril o estilÑrespondi— PedroÑ, todo se sale all‡. . . .

ÑEsta ciencia se llama astrolog’aÑdijo don Quijote.

ÑNo sŽ yo c—mo se llamaÑreplic— Pedro;Ñmas sŽ que todo esto sab’a. . . .  Y si es, se–or, que me habŽis de andar zaheriendo a cada paso los vocablos, no acabaremos en un a–oÈ (I, cap. XII).  

 

La quijotizaci—n de Sancho se hace patente durante la conversaci—n entre Žl y su esposa justo antes de la segunda salida caballeresca.

 

         ÇÑYo no os entiendo, maridoÑreplic— TeresaÑ; haced lo que quisiŽredes, y no me quebrŽis m‡s la cabeza con vuestras arengas y ret—ricas.  Y si est‡is revuelto en hacer lo que dec’s . . .

         ÑResuelto has de decir, mujerÑdijo SanchoÑ, y no revuelto.

         ÑNo os pong‡is a disputar, marido, conmigoÑrespondi— TeresaÑ.  Yo hablo como Dios es servido, y no me meto en m‡s dibujosÈ (II, cap. V).

 

         Con tiempo las correcciones gramaticales est‡n acabando con la paciencia de Sancho.  Cuando el bachiller Sans—n lo corrige, Sancho replica con asco:

 

         ÇÑÀOtro reprochador de voquibles tenemos? . . .  Pues ‡ndense a eso, y no acabaremos en toda la vidaÈ (II, cap. III).

 

Y, a don Quijote:

 

         ÇÑUna o dos vecesÑrespondi— SanchoÑ, si mal no me acuerdo, he suplicado a vuestra merced que no me emiende los vocablos, si es que entiende lo que quiero decir en ellos . . . .  ApostarŽ yo . . . que desde el emprincipio . . . me entendi—; sino que quiso turbarme, por o’rme decir otras docientas patochadasÈ (II, cap. VII).

 

 

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