(Selección)
Poética | El Resplandeciente | Cuya boca ardía | Casa de Lope |
No
eres sólo el fulgor que sin mesura
estalla,
ni su estrépito previsto.
Ni
las apelaciones de la esfinge,
o
la avidez, o la otra idolatría.
Lúcida
sí, flagrante certidumbre,
región
de transparencia en la que inmerso
está el
tiempo, zumbando, lo que somos,
la
boca memorable del augurio.
En
un trono de hierro y santidades,
abiertas
las heridas, y la flecha
de
las perpetuas causas en las sienes,
eres
esa palabra no gastada:
amor;
una mitad, como la aurora,
en
sombra. Otra mitad deslumbramientos.
|
Illimani, El Resplandeciente en lengua aymara |
Más que el cóndor en lo alto detenido enigma de fulgor y escalofrío más que la luz ojo estelar asistes al hervidero de la vehemencia que a tus plantas desteje y teje la oscuridad y la agonía. Pira mineral tumulto congelado dejas que se desate la comedia carcomida por el tiempo del disturbio que resuene enceguecida la garganta del rencor. Prodigas las mansardas (o la sombra) y dejas que la helada boca de la noche humille la ilusoria inocencia del azufre. Dejas que corra el río del débito y la fábula navegado por los muertos y los vivos que están muertos. Casa de los hálitos astrales más que el celeste invierno transpareces y como el invierno hieres y originas copas enconadas águilas que golpean aldabas de hielo en nuestro adentro. Ardua torre testigo tormentoso de los días que se abren sin misterio pero asimismo como filo de cuchillo. Abajo en las calles las cancerosas calles tatuadas por el orín y las blasfemias donde aúlla la gente y se interroga y se muerde las manos y cae de rodillas como cae el viento en el erial entre las cumbres. Nada se sabe ni la saña desiste ni la piedad. Nada se sabe aquí donde la noche repite su orificio de herrumbre ladra el perro de las lluvias el que roe las casas pobres en las laderas de los cerros pobres. Nada se sabe la vida es un tigre de ojos dorados una uña verde hincada muy al fondo. ¿Qué espero que esperamos ¡todavía! en lo oscuro de la plaza que huele a epitafios y a las plantas de la amargura? Chasqueados encandilados perpetuamente nos equivocamos de quicio o de destino golpeándonos la frente en la equidad de los ahitos el pie atrapado por las herramientas del dolo. |
Me niego. Me niego a entrar en el coro a corear al perpetrador con sombrero de probidad el abogado de la carcoma el que dicta las normas y sacude en la plaza el árbol del usufructo. |
Parva propria magna Magna aliena parva. |
¿No he pisado antes este sueño? ¿No he sido yo el que ha plantado junto al brocal del pozo esa aspidistra? Cuántas edades tiene si fue mi mano la que le dio vida la formó como obra de mi aliento. Calle de los Francos todavía salobre de mis lágrimas piedras de mis entrañas dolidas por diligencia del agravio. Ah vosotros fantasmas más vivos que la vida sostenidos por su amor que os permite bullir en aposentos y braseros. Qué solo estoy Antonia Clara qué amargo rey con mis memorias y este dolor por ti humillados. Los cuervos de la tarde graznan ya en las torres de las Trinitarias. Campanadas que la hora tiñe de presagios. Afanes de muerte me consumen clamo el eco me responde y con mi propia voz me desengaña. No sangre miedo por mis venas sangra. Ya es noche noche larga. Artificios del mundo ingratitudes menos sois que soflama de pavesa. El hombre es nada hombre solamente aunque la fama a cumbres de fulgor lo exalte si el vejamen del vivir todo lo iguala. |